La rebelión de los bóxers fue la expresión del descontento chino frente a las injerencias económicas y políticas de las potencias europeas, evidenciadas a través de las "guerras del opio" contra Gran Bretaña (1839-1842 y 1856-1860) y contra Japón (1894-1895).

Los bóxers (“boxeador”, “púgil”) constituían una sociedad secreta con connotaciones políticas, practicantes de artes marciales. Su objetivo era expulsar a los extranjeros de China. En 1899 emprendieron una campaña de terror por el norte del país que, inicialmente, se dirigió contra misioneros cristianos.

En 1900 estalló la rebelión en Pekín contra los extranjeros y las legaciones internacionales. La revuelta fue aplastada por la acción militar combinada de diversas potencias: británica, francesa, japonesa, rusa, alemana y estadounidense, lo que obligó al emperador y a su tía a huir hacia Xi'an para salvar la vida.

Luego, el ejército se dedicó al saqueo, la destrucción, los asesinatos sumarios y las violaciones. La población fue fuertemente reprimida para evitar que se levantase nuevamente.

La Corona China, en manos de la emperatriz Cixi, al haber alentado secretamente a los rebeldes, tras su derrota, puso en duda el papel ejercido por la dinastía Qing o manchú, precipitando su caída en 1911, cuando fue proclamada la República China.

Cerca de 230 extranjeros, miles de chinos cristianos, un número desconocido de rebeldes, sus simpatizantes y otros chinos habían muerto en la revuelta y su represión.

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