Los equinoccios son los momentos del año en los que el Sol está situado en el plano del ecuador celeste. Ese día y para un observador en el ecuador terrestre, el Sol alcanza el cenit, el punto más alto en el cielo con relación al observador, que en ese momento se encuentra justo sobre la cabeza del observador es decir, a 90°. En ese instante el paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste entonces coinciden.

Por tanto, los hemisferios norte y sur reciben la misma cantidad de luz solar y sombra.

En ese momento, los polos norte y sur se encuentran a la misma distancia del sol y se puede distinguir la línea vertical conocida como terminador, que marca la división entre el día y la noche.

Su palabra proviene del latín aequinoctium (aequus nocte), que significa "noche igual", dado que en los equinoccios el Sol sale exactamente por el este y se pone exactamente por el oeste, siendo la duración del día igual a la duración de la noche. En el movimiento diurno media circunferencia ocurre por arriba del horizonte (día) y la otra media por debajo (noche). Como su nombre indica, en las fechas en que se producen los equinoccios, el día tiene una duración aproximadamente igual a la de la noche en todo el planeta.

Ocurre dos veces por año: entre el 19 y el 21 de marzo y entre el 21 y el 24 de septiembre de cada año, denominándose de primavera y de otoño según el hemisferio porque se usan para fijar el inicio de estas estaciones.

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