Del latín ethopoeia y con antecedente más remotos en la lengua griega, se conoce como etopeya a la figura literaria que se encarga de describir la personalidad, la conducta o los hábitos de un individuo.

La etopeya, por lo tanto, hace referencia a las características morales y psicológicas del sujeto, con sus propiedades virtuosas pero también con sus vicios. El modo de ser, los sentimientos y la actitud también pueden formar parte de esta descripción.

Por ejemplo: “Doña Cleo es una mujer afable y predispuesta al diálogo. Pese a que tuvo una infancia y una juventud complicada, nunca dejó que el sufrimiento se reflejara en sus actos y palabras. Por eso siempre se dirige hacia sus vecinos con una sonrisa, dispuesta a dar una mano en lo que pueda”.

Para muchos especialistas en la materia este recurso literario está considerado como un paso más dentro de lo que es la simple descripción de un personaje o de varios. Y es que permite la posibilidad de imaginar y desarrollar las actitudes, las palabras y los comportamientos que aquellos pueden tener en un momento o una situación determinada.

Muchas son las obras literarias que han recurrido a lo largo de la historia a este arte para plasmar lo mejor posible lo que un personaje haría en cada instante. Entre las más significativas se encuentran “Progymnasmata” de Edward Pate. Aunque tampoco se puede pasar por alto otras que hacen referencia a cuando Níobe, nieta de Zeus, mostraba su dolor ante la muerte de sus hijos.

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