Los elefantes se agrupan en manadas matriarcales, normalmente formadas por hembras y sus descendientes. Los machos adultos suelen vivir solos, pero en pequeños grupos cercanos. Por eso recurren a diversas formas de comunicación que les permiten seguir conectados.

Por ejemplo, pueden establecer una comunicación visual adoptando diferentes posiciones de trompa y orejas. El largo canal nasal les facilita la comunicación química, detectando cambios hormonales, especialmente en hembras. Además, el tacto es imprescindible para que los miembros de una manada puedan "hablarse", sobre todo entre madres e hijos.

Respecto a la comunicación acústica, los elefantes emiten un característico berrido llamado «barrito», es decir, los elefantes barritan. El término procede del latín «barrītus», derivado de «barrus», que es como llamaban los romanos a ciertos elefantes para espectáculos importados desde India hacia el siglo I a. C.

El barrito es una especie de bramido estridente con el que el elefante expresa que está excitado o asustado.

Es el sonido que más relacionamos con este animal, sin embargo, un elefante emite muchas más señales acústicas que no percibimos por ser infrasónicas. La ventaja de las frecuencias bajas es que llegan más lejos: pueden ser captadas por otro elefante incluso a 2,5 km de distancia.

También se comunican mediante vibraciones en el suelo que emiten con pisadas y sienten a través de sus patas. Este sistema les sirve para avisar dónde hay una amenaza.

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