Hay diferentes sistemas numéricos y cada uno tiene que ver con el avance de los pueblos que los utilizan. Hoy en día utilizamos el sistema posicional, en el que el valor de un caracter depende de la posición que ocupa. Por ejemplo, el número 3 tiene diferentes valores en los números 23, 353 y 533.

Sin embargo los romanos —igual que otras civilizaciones antiguas como los griegos, los aztecas o los sumerios— utilizaban el sistema aditivo, es decir, la transcripción de lo que contamos. Por tanto, el V —cinco— solo puede ser V.

Los sistemas aditivos, mediante métodos como el ábaco, pueden llegar a convertirse en sistemas tan avanzados como el posicional. Los romanos utilizaron el ábaco, pero jamás utilizaron la aritmética para realizar cuentas.

Precisamente por tener un sistema aditivo, los romanos no necesitaban el cero. Para expresar cifras como 2002 utilizaban MMII sin necesidad de indicar que entre los dos número 2 había ausencia de cientos y decenas.

Por su parte, las primeras civilizaciones con sistemas posicionales utilizaban huecos en la escritura, aunque eso generaba muchos errores de comprensión y poco a poco se fue creando el cero como hoy lo conocemos.

El cero nació en India durante la dinastía Gupta, en el siglo VI. Hoy en día, son los números árabes los que todos utilizamos, gracias al matemático árabe al-Khwarizmi, que lo adoptó y lo introdujo en Europa.

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