Tras ser elegido el Papa se retira a la sacristía de la Capilla Sixtina, llamada "de las lágrimas", para meditar y vestir una de las tres sotanas blancas ya preparadas, antes de presentarse a los fieles en la Plaza de San Pedro.

La sacristía es conocida como la "Sala de las Lágrimas" por las que han derramado en ella a lo largo de la historia los Papas recién elegidos, tal vez por la emoción del momento, la tensión acumulada durante los días del Cónclave o el peso que se le viene encima.

La "Sala de las Lágrimas" está cerrada al público y no forma parte del recorrido de los fieles y turistas que diariamente visitan la Sixtina. En sus paredes hay numerosos rastros de frescos, pinturas que destacan entre el blanco de las paredes.

Está amueblada con una mesa, sobre la que hay una pequeña imagen de la Virgen con el Niño, y un sofá de terciopelo rojo. Un gran crucifijo forma parte de la decoración. Colocadas en un perchero, encontrará tres sotanas, una de talla pequeña, otra mediana y otra grande, así como tres pares de zapatos de diferentes números, la estola y la esclavina roja y otras prendas del ajuar papal.

Ya vestido de blanco, el nuevo pontífice regresará a la Sixtina, donde será recibido con un largo aplauso por los cardenales, que uno a uno se acercará a presentarle su obediencia.

El nuevo Pontífice, por su parte, abandonará la Sixtina e irá a la capilla Paulina, distante pocos metros, a rezar ante el Santísimo Sacramento.

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