Durante "los felices años veinte", también conocidos como "años locos", Estados Unidos vivió una época de gran prosperidad. Por un lado, el país se enriqueció durante la Primera Guerra Mundial gracias a la exportación de material bélico y los créditos otorgados a las distintas potencias europeas, principalmente los aliados Francia y Gran Bretaña.

Por otro lado, la capacidad industrial europea durante la guerra se concentró en la producción armamentística por lo que había quedado mermada. En consecuencia seguía importando de EEUU todos los productos que no podían producir.

La América opulenta se reveló como el paradigma de las libertades, de las posibilidades de enriquecimiento y el bienestar. Los valores que la impulsaban eran los del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual. Por contra la pobreza y el fracaso eran signos de pereza, falta de inteligencia, debilidad e incompetencia.

El país se exhibió como en un escaparate donde toda iniciativa conducía al éxito, se proyectó a través de los medios los medios de comunicación de masas como la Meca soñada para los que iban en busca de la fortuna. Una fuerte inmigración comenzó a afluir desde todos los rincones del mundo en busca de oportunidades, agolpándose en las ciudades en barrios abarrotados de extranjeros donde reinaban la pobreza y la exclusión

La Administración conservadora republicana optó por una política de control de la emigración y desde postulados racistas restringió la entrada de extranjeros.

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