Enrique VIII se sintió profundamente disgustado porque su matrimonio con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, no le había proporcionado un heredero varón que asegurara la sucesión al trono de Inglaterra.

Tras varios embarazos fallidos y muertes prematuras, María, hija de Enrique y Catalina, nació en Greenwich en 1516 y fue la única hija que sobrevivió a la infancia.

La separación de sus padres fue muy dura para ella. Entre secundar el protestantismo de su padre o inclinarse por la fe católica de su madre, decidió mantenerse fiel a su madre.

María ocupó el trono en 1553, a los 37 años de edad, y poco después se fijó en el príncipe Felipe, hijo de Carlos V. Rubio y de porte distinguido se sintió cautivada por la belleza del príncipe español.

Felipe accedió a sus pretensiones, aunque más bien con fines políticos. No experimentaba ningún deseo carnal por ella once años mayor que él.

Durante su reinado, María emprendió una feroz represión contra todos aquellos contrarios a la reinstauración del catolicismo, condenando a la hoguera a 273 personas, de ahí el sobrenombre de Bloody Mary, la sangrienta María.

Los reiterados embarazos imaginarios y la pérdida de Calais, tomada por los franceses en enero de 1558, provocaron en la reina una depresión que agravó su enfermedad.

María Tudor murió el 17 de noviembre de 1558, hace 455 años, en el palacio de St. James, en Londres, posiblemente como consecuencia de un quiste ovárico o de un cáncer uterino.

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