Atila (395 - 453) fue el último y más poderoso caudillo de los hunos, tribu procedente probablemente de Asia, aunque sus orígenes exactos son desconocidos.

En el 452 invadió el norte de Italia, arrasando Aquileya, Milán y Padua; las poblaciones, aterrorizadas, huyeron de las ciudades y se refugiaron en las montañas o en las lagunas del Adriático, momento del que data la fundación de Venecia.

Cuando el emperador romano de Occidente, Valentiniano III, parecía a punto de sucumbir ante el empuje de Atila, el papa San León Magno detuvo la invasión, pactando su retirada a cambio de pagarle un tributo.

Se casó con Ildico en el año 453. La fiesta se prolongó entre litros de vino hasta que los recién casados se retiraron a sus aposentos. Allí pasaron su noche de bodas hasta que el sueño derrotó al rey de los hunos, que nunca más volvió a despertarse. Al día siguiente, los soldados irrumpieron en la estancia y se toparon con el cuerpo sin vida de su líder en medio de un gigantesco charco de sangre. Pero no había ninguna herida visible.

Según Prisco, un historiador tracio del siglo V, Atila falleció a causa de una hemorragia nasal provocada por el estallido de un vaso sanguíneo mientras dormía. El temido guerrero se habría ahogado en su propia sangre.

Otra versión de su muerte sostiene que fue asesinado por su esposa. El poderío que Atila había aportado a los hunos, unificando las tribus y lanzándolas a audaces empresas de conquista, desapareció tras su muerte.

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