Las letrinas públicas en la antigua Roma eran un espacio con nula intimidad donde se compartía todo, desde opiniones y anécdotas hasta la escobilla para limpiarse.

Roma era el ombligo de la Europa antigua, pero sus habitantes no eran diferentes de cualquier otro en sus necesidades íntimas.

El antiguo inodoro que usaban los romanos era similar a una plancha o placa agujereada apoyada sobre dos soportes de mampostería; en otras ocasiones era un simple agujero en el suelo.

Cuando la necesidad apretaba y había que ir a un baño público no se gozaba de mucha intimidad, ya que no había ningún espacio que separase las letrinas: era una buena ocasión para socializar y compartir opiniones sobre las proezas del gladiador o el auriga de moda, las últimas extravagancias de Nerón...

Como era de esperar, no existía el papel higiénico. A falta de papel, los romanos se limpiaban con un utensilio llamado tersorium o xylospongium literalmente, "esponja en un palo": una esponja de mar clavada en un palo. Simple pero efectivo, muy parecido a las escobillas que hoy usamos para limpiar el inodoro.

Este era de uso compartido, aunque se limpiara en una solución de agua con vinagre, lo que hacía muy fácil la transmisión de enfermedades en los baños públicos. Fuera de la ciudad uno se podía limpiar con hojas o musgo, que tampoco era muy higiénico, pero que al menos era de usar y tirar.

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