En los tiempos del colonialismo americano, se decía que los tomates eran venenosos y que convertían la sangre en ácido, y eran cultivados únicamente con fines decorativos. A finales de 1700, un gran porcentaje de los europeos temían el tomate. Esta fruta llegó a apodarse como la "manzana envenenada" porque se pensaba que los aristócratas enfermaban y morían tras ingerirlos, pero lo que ocurría era que los europeos ricos utilizaban platos de estaño, que tenían un alto contenido de plomo. Debido a que los tomates son tan ácidos, al servirse en este tipo de vajilla, adquieren ciertas dosis de este metal, lo que daba lugar a numerosas muertes por envenenamiento. Como nadie relacionó la vajilla de estaño con los envenenamientos, se culpó al tomate de las intoxicaciones.

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