El cursus honorum, pensado para las personas de rango senatorial, era la sucesión de las magistraturas y los cargos políticos que deberían seguir quien deseara emprender la carrera política.

En la época republicana había un único cursus: tras diez años de servicio militar, incluía los cargos de cuestor, edil y pretor y culminaba con el consulado, al que en su caso seguía la censura.

La censura era la encargada de hacer el censo de ciudadanos romanos. Cada cinco años, dos censores eran elegidos para un periodo activo de año y medio, durante el cual debían confeccionar y controlar la lista de ciudadanos para distribuirlos en clases censitarias y tribus.

Esta función era importante si tenemos en cuenta que de ello dependía el reclutamiento para el servicio militar o la recaudación de impuestos.

La dictadura era la única magistratura ejercida por un solo individuo durante la República Romana. En casos de gran inestabilidad exterior o interior, los cónsules podían nombrar un dictador, que tenía poderes ilimitados para arreglar la situación en un plazo de seis meses.

La concentración de poder del dictador era tan fuerte que contra él no tenía validez ningún derecho de veto ni el de apelación ante el pueblo.

A partir del siglo II a.C., para evitar abusos, se introdujeron normas restrictivas sobre la edad y el tiempo que debía transcurrir entre una responsabilidad y la siguiente. En el último siglo de la República las normas fueron obviadas con frecuencia.

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