El 15 de febrero de 1898, a las 21,40 horas una gran explosión alteró a los habitantes de La Habana. Frente al puerto, el acorazado Maine de la marina de los Estados Unidos estalló y se hundió con un saldo de 256 vidas de su dotación de 355 tripulantes.

Desde hacía varios años los EEUU habían intentado comprarle a España sus últimas posesiones coloniales en América, Cuba y Puerto Rico, pero se habían negado reiteradamente.

En Cuba se estaba desarrollando una guerra por la independencia y los estadounidenses, con la excusa de asegurar los intereses de los residentes de esa nacionalidad, habían enviado el acorazado como una maniobra intimidatoria y de provocación a España.

Ante este suceso, los Estados Unidos rechazaron la conformación de una comisión investigadora mixta por lo que se crearon dos, una por cada nación. Mientras tanto, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente: "El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo".

EEUU acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba y, sin esperar su respuesta, empezó a movilizar voluntarios y estableció un bloqueo naval. Así comenzó la guerra hispano-estadounidense que se extendería también al Pacífico en las Filipinas.

El resultado de las investigaciones, entre las hipótesis existentes, incluye la posibilidad de la autodestrucción del navío para lograr la guerra.

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