Con la muerte de Clodoveo, ocurrida en París —año 511— el reino de los francos comenzó a dividirse pues sus cuatro nijos se repartieron el territorio para formar nuevos reinos. Se produjeron guerras civiles y esto provocó la decadencia de la dinastía merovingia. Los últimos representantes de esta familia fueron soberanos indolentes e incapaces, y con justa razón se les llamó reyes holgazanes. Alejados de las tareas de gobierno, delegaron el poder en unos funcionarios llamados mayordomos de palacio, los que adquirieron gran autoridad y se adueñaron de Francia.

El sobrenombre se les asignó a los últimos reyes de la dinastía merovingia, que gobernó a los francos desde el siglo V hasta el VIII. Fundada por el mítico Meroveo, de quien tomó el nombre, la dinastía alcanzó su máximo esplendor con la conquista de la Galia por parte del rey Clodoveo (466-511).

La extensión de los dominios provocó un paralelo debilitamiento de la autoridad regia a lo que se unió la progresiva delegación de responsabilidades en el Mayordomo de Palacio.

Uno de ellos, Carlos Martel, alcanzó gran renombre, pues logró contener el ataque de los musulmanes en Poítiers (732).

A su muerte (741) hereda la mayordomía su hijo Pipino el Breve quien destrona a Childerico III, el último merovingio, contando con el apoyo del Papa Zacarías. Pipino se hizo proclamar rey de los francos y así se produjo el advenimiento de una nueva dinastía: la carolingia.

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