Su origen puede hallarse en la antigua Roma. Los casos que estaban pendientes de averiguaciones previas para poder llevarlos adelante o resolverlos se decían que estaban “en tela de juicio”, el vocablo latino “tela” y su plural “telum” significaba palestra, lugar donde se archivaban a los que le faltaban datos para seguir con la investigación. Por la ausencia de pruebas, por no estar concluidos, sobre ellos recaían dudas.

Otra versión indica que procede de la época medieval. Uno de los significados de la palabra “tela” es: valla que se solía construir en justas y torneos para evitar que los dos caballos se topasen. En las justas se usaban armas auténticas para determinar el vencedor. A éste tipo de enfrentamientos se los llamaba "Juicio de Dios", ya que ambos contendientes ponían en sus manos la decisión sobre quién tenía la razón.

La justa consistía en: subidos a caballo, armados solo con una lanza y un escudo para defenderse, se ubicaban en extremos opuestos de la valla y ante el sonido de la trompeta, cabalgaban hasta encontrarse en el medio y tratar de derribar al contrario. Los contrincantes solo podían utilizar tres lanzas, es decir, se realizaban tres "corridas" y el que era derribado, herido o muerto, perdía la contienda.

“Poner en tela de juicio” consistía en trasladar un litigio al terreno de combate para conseguir la razón por las armas.

Cuando se duda de lo dicho, hecho o de la honestidad de alguien, se dice que lo "pone en tela de juicio".

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