Según relata Heredoto de Halicarnaso en el primero de sus nueve libros de historia, que es en realidad la fuente más fiable sobre Ciro II el Grande. Alrededor del año 540 a.C., el rey persa estaba barriendo con sus ejércitos el cercano oriente y avanzaba hacia la ciudad de Babilonia.

Un día, él y su ejército llegaron a las orillas del río Gyndes (actual río Diyala), el curso del río se tornaba con mucha dificultad para cruzarlo y comenzaron a preparar barcas para lograr su propósito, uno de sus caballos sagrados se lanzó al agua, pero no pudo cruzarlo por los continuos remolinos y murió ahogado.

Como el rey Ciro era un hombre que estaba acostumbrado a no recibir desafios de nadie, y menos de un río, se enfureció por la muerte de su corcel y lo condenó con dejarlo pobre y desvalido que hasta las mujeres pudiesen cruzarlo, sin que les llegase el agua a las rodillas.

Para ello ordenó ejecutar la sentencia y dividió su ejercito en dos partes, cada uno en una orilla del río Gyndes, marcando con cordeles 180 acequias a cada lado del río, y les ordenó que comenzaran a cavar.

Cerca de tres meses duró la empresa, hasta que al final las acequias se convirtieron en 360 canales que desangraron el río. Al final de su insana obra él y su ejército marchó en señal de triunfo sobre el Gyndes, el cual quedó completamente desvalido.

Por fortuna del destino, la naturaleza quiso que muchos años después el río volviese de nuevo a su cauce, como burlándose de la sentencia del rey.

Más información: historiageneral.com