A finales del siglo XIX, un astrónomo italiano, Giovanni Schiaparelli, creyó ver en sus observaciones del planeta rojo líneas rectas a las que dio el nombre de "canali", palabra que en italiano puede tener tanto el significado de "surco" (indicando un origen natural) como de "acequia" (que implica una obra de ingeniería y, por lo tanto, un origen artificial). Sin embargo, cuando el artículo fue traducido al inglés la palabra se tradujo como "canals", que implica un origen artificial y, por lo tanto, de vida extraterrestre.

Esto produjo una fiebre de observaciones del planeta por parte de diferentes observadores. Uno de los más entusiastas con esta idea fue el astrónomo estadounidense, Percival Lowell, quien dedicó años a observar Marte para llegar a la conclusión de que esa inmensa estructura era artificial, la colosal obra de unos ingenieros marcianos que redistribuían el agua desde los casquetes polares a las latitudes medias más secas, y seguramente más pobladas, del planeta.

Sin embargo, posteriores observaciones realizadas con telescopios más potentes demostraron que, aunque realmente existían ciertos accidentes geográficos de trazado aparentemente más o menos lineal en la superficie marciana, de ningún modo poseían las notables características que denotaban construcción artificial descritas por él.

Los "canales artificiales" tenían su origen en un efecto óptico producido por las imperfecciones inevitables de las lentes de los telescopios de entonces.

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