Las semillas de diente de león tienen un mecanismo fascinante para dispersarse. Una vez que las flores se secan, los pétalos y estambres caen, y las brácteas se curvan hacia atrás, permitiendo que las semillas se liberen. Cada semilla está unida a un "paracaídas" blanco y esponjoso que facilita su vuelo con el viento.

Este paracaídas, conocido como vilano, tiene una estructura única que crea un anillo de vórtice especial. Este vórtice permanece unido a la semilla, permitiéndole viajar largas distancias sin ser arrastrada por completo. Además, el vilano puede cambiar su forma según la humedad del aire, cerrándose cuando las condiciones no son óptimas para evitar que la semilla se desprenda. Esto asegura que las semillas esperen el momento adecuado para maximizar su dispersión y germinación.

Gracias a estas adaptaciones, las semillas de diente de león pueden colonizar nuevas áreas, asegurando la supervivencia y expansión de la especie. Este proceso no solo es crucial para la planta, sino que también contribuye a la biodiversidad del entorno donde se establecen.

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