En 1940, el arqueólogo Jorge R. Acosta comenzó a excavar el llamado Cerro del Tesoro, cercano a la población de Tula de Allende, Hidalgo. Su propósito era encontrar una mítica ciudad prehispánica de la que daban cuenta antiguos historiadores como fray Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, Antonio García Cubas, en 1873 y Désiré Charnay, en 1885.

El resultado de las exploraciones mostró una gran plaza de planta cuadrangular, con un gran altar y cuatro escalinatas para las ceremonias de carácter cotidiano.

En una de las esquinas encontró el basamento piramidal más significativo, que contenía en su interior extraordinarias columnas con forma de guerreros: "Los Atlantes", mismos que sostenían el techo del Templo de La Estrella Matutina o Tlahuizcalpantecuhtli.

Estas esculturas miden 4.60 metros de alto y son muestra de la importancia que tenia la guerra en la cultura tolteca. El atlante representa a un guerrero tolteca con su vestimenta típica que consta de: casco o tocado, orejeras, pectorales, brazaletes, discos sobre la espalda, mixtlatl o taparrabo, musleras, rodilleras y sandalias.

El armamento y la forma de portarlo también lo encontramos en las esculturas; así los atlantes empuñan con su mano derecha el átlatl, una especie de lanzadardos que les servia para cubrir mayor distancia. En la izquierda llevan cuatro dardos, y un arma curva, en el antebrazo cargan un cuchillo sostenido por un brazalete.

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