Hoy en día utilizamos el sistema posicional, en el que el valor de un caracter depende de la posición que ocupa. Por ejemplo, el número 3 tiene diferentes valores en los números 23, 353 y 533.

Sin embargo los romanos —igual que otras civilizaciones antiguas como los griegos, los aztecas o los sumerios— utilizaban el sistema aditivo, es decir, la transcripción de lo que contamos. Por tanto, el V —cinco— solo puede ser V.

Los sistemas aditivos, mediante métodos como el ábaco, pueden llegar a convertirse en sistemas más avanzados como el posicional. Los romanos utilizaron el ábaco, pero jamás utilizaron la aritmética para realizar cuentas. A diferencia de otros pueblos —como los aztecas y los hindúes—, los romanos no dieron ese salto evolutivo matemático.

El cero es un carácter que significa vacío, no es sólo un marcador de posición, sino un número real que tiene un — nada, nulo, ninguno. Sin el cero no existiría la matemática moderna.

El cero nació en India durante la dinastía Gupta, en el siglo VI. Luego de esto, la civilización romana, la más venerada por el mundo occidental, pasó a ser una «burra» en las matemáticas, ya que sin cero no hay forma de hacer un montón de cálculos, al tiempo que muchos otros darán resultados erróneos.

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