Un batiscafo es un pequeño vehículo de inmersión profunda, una embarcación sumergible diseñada para resistir grandes presiones, y destinada a explorar las profundidades del mar.​

Las primeras tentativas de exploración subacuática con descensos importantes fueron realizadas por dos norteamericanos, Beebe y Barton, que construyeron una esfera de acero de 1.5 m de diámetro y un espesor de 4 cm en la coraza. En 1934 descendieron a los 900 m.

Al finalizar la segunda Guerra Mundial, el suizo Auguste Piccard, inventor y profesor de física, ya famoso por sus vuelos en globo a gran altitud, entró en escena con gran fuerza. Piccard creyó que era necesario construir un batiscafo capaz de moverse por sí mismo, sin ayuda de cables metálicos que lo unieran a la superficie tal como se había hecho hasta entonces.

Fabricó en el año 1937 un artefacto esférico de acero con un casco de 10 cm de espesor, 2 m de diámetro y 15 toneladas de peso. Pero su gran innovación consistía en el especial vehículo submarino al que la esfera iba acoplada: una enorme cisterna llena de gasolina.

La gasolina pesa menos que el agua, con lo que se favorecía la flotación del batiscafo. Un lastre constituido por bolas de plomo llevaba el batiscafo hasta el fondo. Para ascender bastaba con aligerar poco a poco el lastre arrojando las bolas de plomo. Dos hélices situadas a los lados le permitían moverse en cualquier dirección. El interior de la esfera contenía aire a la presión atmosférica normal.

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