En su origen la palabra "sidra" hacía referencia a una bebida embriagadora. De procedencia egipcia o quizá bizantina, la elaboración de sidra ha sido toda una tradición en los países atlánticos, como Bélgica, Francia o Inglaterra.

La sidra, del latín sicera y este del hebreo šekat es una bebida alcohólica de baja graduación, desde el 2 % en vol. en el caso de la sidra doux francesa, hasta un máximo del 8 % en vol. fabricada con el jugo fermentado de la manzana o de la pera.

En España se bebe en toda la cornisa cantábrica, pero de forma especial en Asturias, donde es la protagonista indiscutible en chigres -locales donde se bebe o expende- y reuniones festivas entorno a la sidra denominadas espichas. De hecho Asturias es de las pocas comunidades autónomas españolas que no posee una denominación de origen de vino, pero curiosamente sí posee una de sidra.

El proceso de producción asturiano es artesanal: después del verano se recolecta la manzana. La operación se llama "pañar" manzana, pues se recoge del suelo después de haber "ximielgado" —zarandeado— el árbol. Los manzanos de sidra tienen una producción muy abundante. La "manzana de cuchillo", la destinada a la mesa, se recoge directamente del árbol.

Para su degustación debe ser escanciada, tirada desde lo alto para que "rompa" al caer en el vaso y consumida en el acto, y no debe servirse cada vez más de lo que se pueda beber en un trago. El sabor de la sidra natural tiende a ser una bebida fresca y ácida.

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