“Moose Murders” fue una obra de teatro estrenada en Broadway el 22 de febrero de 1983.

Lejos de ser recordada por su éxito comercial, o por su calidad en la interpretación o incluso por su guion, la pieza fue tan mala que ese mismo día que se presentó fue levantada de cartelera por las pésimas críticas recibidas.

El guionista Arthur Bicknell se había decidido a hacer una obra de teatro y soñaba estrenarla en la Gran Manzana. Invitó a los críticos más importantes de Nueva York para que brindaran su opinión sobre su trabajo a la espera de que sea un impulso para su carrera.

La trama, que había sido definida por su autor como una “farsa de misterio”, giraba en torno a la vida de un grupo de personas que estaban atrapadas en un refugio de montaña durante una noche de tormentas y se veía sacudido por una serie de asesinatos.

Sin embargo, la escena en la que un tetrapléjico vestido de momia se levantaba de una silla de ruedas y golpeaba en la ingle de forma insistente a un hombre disfrazado de alce no fue bien recibida por el público.

Las opiniones llegarían al día siguiente con las notas periodísticas, pero para sorpresa de Bicknell ninguna era buena. “La obra más fea del mundo”, “Indescriptiblemente mala”, “La obra que insultaría la inteligencia de una audiencia compuesta exclusivamente por amebas”, fueron algunas de las frases en los diarios.

Desde entonces pasó a convertirse en sinónimo de fracaso.

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