A finales de 1932 muchos veteranos australianos y británicos de la Primera Guerra Mundial se convirtieron en agricultores. Su prosperidad se vio alterada con la llegada de 20.000 emús que descubrieron que las tierras cultivadas suponían un excelente hábitat donde instalarse y conseguir alimento con facilidad.

De cabeza y pico pequeños, cuerpo robusto y voluminoso y una altura aproximada de dos metros, el emú (Dromaius novaehollandiae) es, después del avestruz africano, el ave de mayor tamaño que existe. Puede alcanzar una velocidad de 50 kilómetros por hora, posee dos patas con tres dedos y largas uñas perfectamente adaptadas para correr a gran velocidad.

Los agricultores transmitieron su preocupación al Gobierno australiano. Se reunieron con el ministro de defensa: sir George Pearce, que autorizó la participación del ejército y el uso de armas de fuego en la operación contra los emús.

El 10 de diciembre, cuando el ejército se retiró, se estimaba que habían muerto 986 emúes durante las refriegas y que otros 2.500 lo hicieron como consecuencia de las heridas recibidas.

La noticia de la Guerra del emú trascendió las fronteras australianas y llegó al Reino Unido donde algunos conservacionistas protestaron por el "exterminio del raro emú".

Tras ésto, las cercas de barrera de exclusión se convirtieron en un medio popular de mantener no sólo a los emús, dingos y los conejos.

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