En el Japón existe una tradición Milenaria llamada Kintsugi, en la cual se reparan objetos rotos con oro en polvo y pegamento.

Al reparar estos objetos, no se disimulan las grietas, por el contrario, se resaltan, proporcionando nueva vida, además de preservarlos, son más valiosos para sus dueños.

La técnica consiste en unir piezas mediante laca Unushi, que proviene de la resina del árbol del mismo nombre y rociada con polvo de oro, plata o platino; para aplicar la laca, se usa un pincel; de esta manera se crean obras de arte, todas diferentes, con su propia historia y con belleza individual.

Las marcas donde se repara el objeto brillan como cicatrices, las fallas e imperfecciones son el punto de partida hacia un todo más fuerte y bello, son parte de un nuevo diseño que da nueva vida a la pieza.

No todos los objetos pueden repararse, solo aquellos verdaderamente bellos y dignos de ser preservados.

El Kintsugi también es una filosofía de vida, las personas rotas no se descartan, ni se desechan; se reparan y sus cicatrices al igual que los objetos reparados con Kintsugi las hacen más valiosas y bellas.

El kintsugi evoca el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas y otorga valor a nuestras imperfecciones. Nos enseña además a observar con más atención la esencia.

La técnica se ha convertido en una potente metáfora de la importancia de la resistencia y del amor propio frente a las adversidades.

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