El permafrost es una capa del subsuelo terrestre que se encuentra permanente congelada. La etimología de “permafrost” viene del inglés: permanent, permanente, y frost, helado. Ocupa entre el 20 y el 24% de la superficie de la Tierra, una superficie poco menor que la ocupada por los desiertos, pero donde puede existir vida sobre la que se desarrolla la tundra.

Está compuesta por diversas cantidades de materia inorgánica (roca y arena), mezclada con compuestos orgánicos y agua. El agua congelada está en cantidades muy variables y es un elemento clave en la consistencia y perdurabilidad de la capa en el tiempo. Por lo general, el permafrost tiene una edad geológica de más de 15.000 años.

El carbono acumulado reside en la materia orgánica, está compuesto principalmente por plantas muertas a lo largo de los milenios y conservadas gracias al frío. Al descongelarse, esta masa vegetal se descompone y crea un fango que libera dióxido de carbono y metano. Este último gas es el más nefasto para el calentamiento atmosférico: un estudio de la Universidad Estatal de Florida estima que, a lo largo de 100 años, una tonelada de metano ejerce un efecto sobre el calentamiento 33 veces mayor que una de dióxido de carbono.

El permafrost se divide en dos capas: pergelisol, la más profunda y molisol, la más superficial, y es la que tiende a descongelarse más fácilmente.

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