El Cabaret Voltaire fue el epicentro del dadaísmo, uno de los movimientos culturales más excéntricos de la historia. Todo empezó en 1916, cuando un grupo de poetas brillantes y esquinados coincidió en el número 1 de la Spiegelgasse de Zúrich.

El poeta más excéntrico de todos los allí reunidos fue Tristan Tzara, un rumano que había llegado a Zúrich en 1915.

En Cabaret Voltaire, los artistas se reunían para leer poesía y hablar de tonterías, para gritar, para aullar, para bailar sin ritmo, al azar, generando una completa y absoluta cacofonía. Hasta que un día, el organizador del Cabaret Voltaire, Hugo Ball, anunció que iba a publicar una pequeña revista titulada Dadá. Tristan Tzara, quedó tan enamorado de la palabra que empezó a escribir poesía sin sentido en su nombre. Había nacido el dadaísmo.

Durante la Primera Guerra Mundial, Suiza actuaba como un país neutro, por lo que muchas personas vieron en ese país un refugio privilegiado. Entre esas personas se contaban artistas, músicos y escritores venidos de todas partes de Europa.

Animados por sus valores antibelicistas y su profundo sentido crítico social, un grupo de artistas y escritores fundó un movimiento literario y artístico que expresaba su desacuerdo y decepción frente a la incapacidad demostrada por los discursos oficiales como la ciencia-tecnología, la religión, la filosofía y las ciencias sociales para evitar la destrucción de Europa. A este movimiento le pusieron el nombre de “dadá” o “dadaísmo”.

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