Benito Pérez Galdós (1843-1920) hacía cobrar vida a los personajes y escenarios que describía con unas tramas que calaban por la profundidad humana que contenían. Natural de Las Palmas de Gran Canaria, el escritor se trasladó a la Villa de Madrid en su juventud y desarrolló en ella gran parte de su prolífica carrera.

Pocos han sido capaces, desde entonces, de igualar el cariño y la cercanía con la que Pérez Galdós trató a esa ciudad cambiante que es el Madrid de finales del siglo XIX, con todos sus rincones y plazas dibujados para la posteridad en los libros del canario.

Sus obras más conocidas tienen lugar en Madrid: "La fontana de oro", "La desheredada", "Fortunata y Jacinta" o "Misericordia", pero son muchas en las que Madrid queda reflejado en ellas. Desde esos cafés en los que Galdós pasaba sus tardes hasta los barrios por los que vagaba y que inspiraban su imaginación para contar historias de personas anónimas.

Fue tal la importancia del escritor en la ciudad que incluso ha dado lugar al término "Madrid galdosiano". Hoy en día todavía pueden seguirse las huellas de Galdós y sentir cómo influyó en la ciudad al atravesar los locales, librerías, calles, plazas o estatuas que existen en su honor.

En Madrid Galdós conoció a algunos de sus mayores amigos. En Madrid fue donde se convirtió en diputado y miembro de la Real Academia Española y en Madrid fue donde creó algunas de las mejores obras y más fieles retratos sociales que ha conocido España.

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