Los kiwis constituyen un pequeño género de aves paleognatas, el único actual de la familia Apterygidae, que a su vez pertenece al orden de las ratites (Struthioniformes), al que también pertenecen otras aves no voladoras, como avestruces, emúes, ñandúes y casuarios.

Este género está compuesto por cinco especies endémicas de Nueva Zelanda. Son aves no voladoras pequeñas, aproximadamente del tamaño de una gallina.

Antes de la llegada del ser humano, alrededor del año 1300, en Nueva Zelanda los únicos mamíferos eran los murciélagos, y los nichos ecológicos que en otras partes del mundo ocupan animales tan diversos como los caballos, los lobos y los ratones los utilizaron en Nueva Zelanda las aves (y, en menor proporción, ciertas especies de reptiles). El término kiwi procede del maorí.

Su adaptación a la vida terrestre es extensiva: como todas las ratites, no tienen quilla en el esternón para anclar los músculos de las alas, y casi tampoco alas: los vestigios son tan pequeños que son invisibles bajo su plumaje.

Los kiwis son criaturas tímidas y nocturnas con un sentido del olfato muy desarrollado merced a la existencia de verdaderos bigotes en torno al pico; tales bigotes son eficaces órganos olfativos.

Son omnívoros; para alimentarse, incrustan el pico en el suelo en busca de lombrices, insectos y otros invertebrados. También comen cocos y, si la oportunidad se presenta, pequeños cangrejos de río, anfibios y anguilas.

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