Las sondas Voyager 2 y 1 fueron lanzadas el 20 de agosto y 5 de septiembre de 1977 respectivamente. El 8 de marzo de 1979, tres días después de sobrevolar Júpiter, la Voyager 1 tomó imágenes de los satélites de Júpiter para ayudar a los controladores de la misión a determinar la ubicación exacta de la nave espacial, un proceso llamado "navegación óptica". Mientras procesaba las imágenes de Ío, la ingeniera de navegación Linda Morabito detectó una emanación de unos 300 km de altura proyectándose desde su superficie.​

Al analizar con más detalle, se determinó que aquello era un penacho generado por una erupción volcánica. A partir de este descubrimiento se detectaron siete plumas más en las primeras imágenes obtenidas por la sonda.​ También se detectaron distintas fuentes de emisión térmica, producto de ríos de lava en proceso de enfriamiento.​ Cuatro meses después, la Voyager 2 tomó fotografías de la superficie de Ío que revelaron notables cambios sobre su superficie, incluyendo nuevos depósitos de material.

Los científicos creen que el tira y afloja gravitatorio de Júpiter constituye una de las causas del intenso vulcanismo en Ío.

Actualmente solo cuatro cuerpos celestes tienen actividad volcánica: La Tierra, Ío (satélite de Júpiter, emana lava y azúfre), Encélado (satélite de Saturno, emana chorros de vapor de agua y material sólido que incluye cristales de cloruro sódico y partículas de hielo) y Tritón (satélite de Neptuno, emana nitrógeno líquido).

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