Desde tiempos muy antiguos se emplearon diferentes métodos de higiene dental, como enjuagues para mejorar el aliento a base de frutas y flores, y otros como ramas, palos de naranjo o púas de erizo para frotar la superficie de los dientes y dejarlos más limpios. Objetos de ese tipo se encontraron en las tumbas egipcias y datan de alrededor del año 3000 a.C.

Pero el primer cepillo dental comercializado fue diseñado en 1780 por William Addis (1734–1808) en Inglaterra. En Londres había sido encarcelado por disturbios públicos y en prisión solía frotarse los dientes con un paño para limpiarlos. Como no se fiaba de los paños que le daban en la cárcel, los cuales contenían hollín y sal, una noche tras una cena guardó un pequeño hueso de pollo y le añadió unas cuantas cerdas que solicitó a un guardia. Así elaboró su propio cepillo de dientes. La idea se le ocurrió al observar los movimientos de una escoba al barrer el piso.

Al ser liberado comenzó a comercializarlo y se hizo bastante rico. Después de su muerte, su hijo continuó con el fructífero negocio. En la actualidad se siguen comercializando bajo el nombre de Wisdom Toothbrushes.

En 1938 las fibras de nailon reemplazaron a las cerdas de animales.

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