Eco fue en realidad una oréade, es decir, una ninfa de las montañas que vivía en el monte Helicón, y que fue educada por las Musas mientras era criada por otras ninfas. Su particularidad era que estaba enamorada de su voz, por eso da nombre al sonido o reverberación que hoy en día conocemos como eco.

En otra de las leyendas referentes a la ninfa, esta fue castigada por la diosa Hera, que le impedía hablar. Así pues, la oréade solo podía repetir la última palabra pronunciada por su interlocutor.

El motivo del castigo se refería a que Eco encubría a Zeus, esposo de Hera, con sus infidelidades, entreteniéndola con conversaciones elocuentes mientras el gran dios de dioses se marchaba con sus amantes.

Sin duda, la versión más conocida del mito se relaciona con Narciso, del que se enamora perdidamente por su enorme belleza. Sin embargo, en su nacimiento, el sabio adivino Tiresias afirmó que si el chico no se miraba nunca, podría vivir largos años.

Narciso despreciaba cualquier tipo de amor que le proferían, y así hizo también con Eco. Cuando la ninfa fue rechazada, esta solo era capaz de responder con las palabras del bello joven.

Humillada y dolida, Eco se marchó a un lugar solitario y dejó de comer. Al final, desapareció de dolor y se desintegró dejando en el aire una voz que repetía las últimas palabras de cualquier frase, conocidas como eco.

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