La teoría de la deriva continental fue propuesta originalmente en 1912 por el meteorólogo y geofísico alemán Alfred Wegener (1880-1930), quien la formuló basándose, entre otras cosas, en la manera en que parecían encajar las formas de los continentes a cada lado del océano Atlántico, como África y Sudamérica.

También tuvo en cuenta la distribución de ciertas formaciones geológicas y del registro fósil de los continentes septentrionales, que manifestaba que podían haber compartido floras y faunas en tiempos geológicos anteriores.

Con esos datos, Wegener calculó que el conjunto de los continentes actuales estuvieron unidos en un pasado remoto de la Tierra, formando un supercontinente, denominado Pangea, que significa «todo tierra» en griego.

Este planteamiento fue inicialmente descartado por la mayoría de sus colegas, ya que su teoría carecía de un mecanismo para explicar la deriva de los continentes.

Esto cambió en la década de 1960, cuando surgió la teoría de la tectónica de placas, que incluyó la teoría de la deriva continental junto con la de la expansión del fondo oceánico.

Según esta teoría, la corteza terrestre está dividida en unas 20 secciones llamadas placas tectónicas sobre las se desplazan los continentes. Cuando estas placas se presionan entre sí y se mueven repentinamente, se libera energía en forma de terremotos. Por eso los terremotos no se producen en toda la Tierra: se agrupan en torno a los límites de las placas tectónicas.

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