El miocito o fibra muscular es el nombre que reciben las células que forman los músculos de los animales. Se trata de unas células muy especializadas que se diferencian fácilmente de las demás por sus características morfológicas y sobre todo citológicas: son el elemento contráctil básico.

Su morfología depende del tipo de músculo en que se encuentren. En casi todos los músculos de movimiento involuntario (los llamados lisos), los miocitos son de aspecto fusiforme; en los músculos equeléticos, son cilíndricos; y en los cardíacos, tienen forma de "Y". Además, los miocitos del músculo esquelético son plurinucleados, es decir, tienen varios núcleos, que se sitúan en la periferia celular.

Para conseguir realizar la función de contracción, el miocito tiene un interior rico en proteínas, y una membrana llamada sarcolema, adaptada especialmente para transmitir el impulso nervioso proveniente de una neurona hasta el fondo de la célula, donde se encuentran las cisternas que acumulan calcio (retículo sarcoplasmático).

Cuando llega la señal nerviosa, el calcio es liberado de la membrana hacia el interior (hacia el sarcoplasma), propiciando la desfosforilación del ATP en las proteínas actina y miosina. Es decir, cuando el calcio llega a la estructura entrelazada de fibras de actina y miosina, desencadena el desplazamiento de las de actina sobre las de miosina, las cuales son mucho más gruesas.

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