Desde tiempos de la Colonia existieron varios intentos por establecer un himno que nos diera identidad. El primero fue en 1761 cuando España implementó la Marcha granadera para sus ceremonias cívicas y las de sus colonias. No obstante, fue olvidada por todos. Después hubo otro intento: el de Torrescano en 1821. Este estaba escrito en honor a Agustín de Iturbide aunque también fracasó.

Fue en 1853 cuando se realizó un nuevo esfuerzo. Recién se había perdido el territorio de Texas. Por lo mismo, el pueblo mexicano tenía la moral por los suelos. En un intento de devolverles el amor por la Patria, Antonio López de Santa Anna (presidente de México) lanzó una convocatoria para dar vida al Himno Nacional.

Los ganadores del concurso fueron Francisco González Bocanegra para la letra y Jaime Nunó para la música. El Himno fue interpretado por primera vez el 15 de septiembre de 1854 en el Teatro Santa Anna. No obstante, el mandatario no asistió. Y es que, quizá nunca lo aprobó del todo pues, aunque la letra lograba inspirar a los mexicanos como ninguno otro, en ella se aludía al propio Santa Anna de una manera negativa mientras se enaltecía a Iturbide.

Dichas estrofas fueron suprimidas al llegar al poder Juan Nepomuceno Álvarez, cayendo de nuevo en el olvido, hasta que Porfirio Díaz lo retomo utilizándolo en ceremonias oficiales.

Fue en 1942 cuando se establecieron las condiciones y sanciones para poder hacer un uso respetuoso y apropiado de nuestros Símbolos Patrios.

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