Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, el Imperio ruso poseía la mayor fuerza aérea del mundo, compuesta por 264 aviones y 14 aeronaves. Fracasó en su objetivo de convertirse en la principal fuerza aérea del mundo por su debilidad técnica.

Rusia creó el primer bombardero multimotor de la historia, el "Iliá Múromets", y sobre su base, un hidroavión. En diciembre de 1914, Nicolás II fundó el primer escuadrón de bombarderos en la historia de la aviación.

Rusia carecía de producción propia de motores de avión. En 1916, cuando los aliados redujeron drásticamente el suministro de motores, tras las grandes pérdidas de aviones en la batalla del Somme, hubo una gran escasez.

Otro problema fue el escaso entrenamiento de los pilotos, y que Rusia era el único país que no tenía un plan de movilización de pilotos civiles.

Cuando se trataba de actos de heroísmo, los rusos superaban a sus homólogos occidentales: Piotr Nésterov y Alexánder Kazakov fueron los primeros en la historia de la aviación en embestir aviones enemigos.

Poco antes de la guerra, el inventor Gleb Kotélnikov diseñó el primer paracaídas del mundo, pero no se vio el potencial de este invento tan importante. Los esfuerzos apresurados para proveer a los pilotos rusos de estos se hicieron sólo cuando la guerra ya estaba en pleno apogeo.

Durante los cuatro años de la guerra, una parte importante de la flota de aviones consistió en modelos obsoletos en un deficiente estado técnico.

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