Aunque es una efeméride imposible de concretar en un día exacto, hace 10 000 años un ser humano plantó unas gramíneas silvestres en la Mesopotamia. Para atinar más, unas semillas de la especie Triticum, que son las que 2 500 años después dieron lugar al trigo tierno, un cultivo superior que tenía semillas más grandes y era menos quebradizo.

Aquello fue un hito fundamental en la historia de la humanidad. Ese primer cultivo fue el origen de la agricultura, el germen de las ciudades, el comienzo del sedentarismo.

El ser humano pasó de una alimentación basada en la caza y la recolección a una dieta con un alto contenido en cereales.​ Este cambio de la alimentación se ha producido a un ritmo muy rápido en un plazo de tiempo muy corto desde el punto de vista evolutivo, puesto que la humanidad existe desde hace unos 2,5 millones de años. No obstante, nuestro genoma y fisiología se han modificado apenas durante los últimos 10 000 años.

Simultáneamente, se desarrolló la domesticación de la oveja y la cabra, especies salvajes que habitaban la región, lo cual permitió el asentamiento de la población y, con ello, la formación de comunidades humanas más complejas, como lo demuestra también el surgimiento de la escritura, concretamente la escritura cuneiforme, creada por los sumerios, y, por tanto, el principio de la historia y el fin de la prehistoria.

Actualmente, el trigo es uno de los tres granos más ampliamente producidos globalmente, junto al maíz y el arroz.

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