El ciclo del agua es fundamental para mantener la temperatura del planeta. A medida que se evapora y se eleva desde los océanos, se lleva también el calor de la superficie de la Tierra y regula la temperatura de la atmósfera del planeta, de forma parecida al sudor, que mantiene nuestro cuerpo frío.

A causa de su elevado calor específico, el agua absorbe y cede el calor más lentamente que la tierra. Las grandes masas de agua, mares y océanos, actúan como termostatos gigantescos que regulan las temperaturas del planeta.

Las corrientes de agua helada también ocasionan cambios en el clima haciendo que los inviernos sean más fríos. Por ello, las poblaciones costeras de una misma latitud tienen temperaturas tan diferentes.

De forma natural, el clima ha variado mucho a lo largo de la historia de la Tierra, y lo seguirá haciendo, pero en los últimos tiempos está cambiando, no por causas naturales, sino debido a las acciones del ser humano.

La atmósfera no está preparada para eso. Está registrado un aumento constante en las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero, en las capas más altas de la atmósfera, a lo largo de los últimos 150 años.

La razón principal es la quema de combustibles fósiles: carbón, petróleo, sus derivados y gas natural; los más utilizados por las industrias, el transporte y la vivienda.

Ello genera el llamado "calentamiento global", que trae muchas consecuencias desfavorables, relacionadas con el agua.

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