En el año 52 a. C. los romanos fundaron una ciudad en el mismo sitio donde los parisinos tuvieron su aldea y expandiéndola a ambas márgenes del río Sena la llamaron Lutecia, hoy es París, nombre que toma de los primitivos pobladores celtas.

La ciudad cambió su nombre por el de París sólo en el siglo IV. Durante esta época resistió a la invasión de Atila y, según la leyenda, gracias a la providencial intervención de Santa Genoveva (patrona de la ciudad).

Clodoveo, rey de los francos, ubicó en ella su capital en el año 508. En el 987 se instaló la dinastía Capeta que perduró hasta el año 1328.

París ganó importancia a lo largo del siglo XI, gracias al comercio de la plata y por encontrarse dentro de la ruta de peregrinos y comerciantes.

Durante el siglo XIV París vivió tres revueltas: la Rebelión de los Comerciantes de 1358 (con al frente Etienne Marcel), la Revuelta de los Maillotins de 1382 (con los ciudadanos en contra la subida de impuestos) y la de 1413 de Caboche (encabezada por los comerciantes). Esta serie de rebeliones formaron parte de la conocida Guerra de los Cien Años.

La ciudad siguió creciendo de manera desordenada, aunque la corte residía en el Valle del Loire. Sólo en 1528, el entonces rey Francisco I estableció oficialmente su residencia en París y la ciudad pasó a ser la más grande de Occidente.

A partir del siglo XX se iniciaron muchos cambios en la capital, con la reconstrucción de diferentes áreas de la ciudad a causa de las dos guerras mundiales.

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