Durante los veinte días previos a ser sacrificados con motivo de las fiestas principales, a cada uno de los esclavos dispuestos para dicho fin, se les entregaban cuatro mujeres o ahuianime para que éstas los complacieran a fin de hacerles más liviana la angustia antes de morir.

Una vez ocurrida la inmolación, estas mujeres conocidas como ahuianime, tenían derecho a quedarse con todas las prendas del sacrificado a manera de pago.

Aunque los destinados al altar de los sacrificios no eran a los únicos a quienes daban sus servicios; los guerreros destacados también recibían los favores de ellas, en este caso específico se les pagaba con mantas y comida.

Un tercer sector recibía los beneficios que ofrecían: durante las fiestas agrícolas las ahuianime participaban bailando al lado de otras mujeres del pueblo, lo que significa que tenían un papel relevante en las actividades colectivas y una relativa aceptación de la sociedad.

Además los guiños, las sonrisas que mostraban, enseñar la lengua o mascar chicle en público eran características de estas prostitutas que desagradaban a la comunidad.

Algo que no queda claro es cuál era la procedencia de las mujeres que se convertían en ahuianime; se cree que eran chicas pobres, otras habrían sido entregadas por sus familiares como tributo, en tanto que el resto serían presas de guerra.

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