Pipino III, (Bélgica, 715 – Francia 768) o Pipino el Breve, llamado así por su baja estatura (1,37 metros) fue el padre de Carlomagno y el primer rey del Imperio Carolingio.

Heredó de su padre, Carlos Martel, el poder político que los Carolingios ejercían bajo los reyes Merovingios como mayordomos de sus palacios.

Pipino recibió Neustria, Borgoña y Provenza, y su hermano, Carlomán, heredó Austrasia, Suabia y Turingia. En el año 747 Carlomán ingresó a un monasterio, y Pipino quedó como único dueño del poder.

Desde ese momento, comenzó una lucha para deshacerse de Childerico III, el soberano merovingio del que dependía oficialmente. Pipino, con el apoyo del papa Zacarías, logró destronar al rey merovingio en 751, y fue reconocido rey de los francos.

Posteriormente, el papa Esteban II, le pidió ayuda para luchar contra los lombardos y le propuso una alianza, porque si bien Pipino había sido electo rey, debía asegurarse su legitimidad divina a través del papa. Es así que le fueron conferidos los títulos de Rey de los Francos y Patricio de los romanos. Sus hijos y herederos, Carlomán y Carlos, (el futuro Carlomagno) también fueron consagrados en la misma ceremonia.

Pipino, a cambio, entregó a la Iglesia Rávena, Perusa, Emilia Romagna y Pentápolis, que al unirse a Roma, formaron el nuevo Estado Pontificio.

Durante su reinado, también logró expulsar a los árabes de la Septimania y recuperó la Aquitania tras una larga serie de batallas.

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