Los circos romanos constituían las instalaciones lúdicas más importantes de las ciudades romanas, además de los teatros y anfiteatros.

Se trataba de un recinto alargado en el que se celebraban los juegos públicos, consistentes en carreras de carros y diferentes espectáculos, como exhibiciones ecuestres, el conocido como "Ludus Troianus", un simulacro de batallas llevado a cabo por los jóvenes aristócratas romanos, o bien las carreras pedestres, que duraban varias horas y se realizaban a pie. Todas las competiciones tenían el aliciente de las importantes apuestas que se llevaban a cabo.

Arquitectónicamente, los circos tenían una planta rectangular. Eran recintos muy alargados con un remate semicircular en su lado más corto. Los materiales para su construcción eran la piedra o madera, hormigón y la mampostería. Sus fachadas estaban decoradas normalmente con pilastras y arcos ciegos.

El origen de los circos está en los estadios e hipódromos de la antigua Grecia, que adoptaron los etruscos y posteriormente los romanos. Con el tiempo fueron alcanzando cada vez mayor importancia. La llegada del cristianismo, que supuso la desaparición de las luchas de gladiadores y de fieras de los anfiteatros, llevó a que los espectáculos de los circos se convirtieran en los principales espectáculos de masas.

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