Los refrigeradores funcionan haciendo que el refrigerante que circula por su interior pase de estado líquido a gaseoso. Este proceso, conocido como «evaporación», enfría el área circundante y produce el efecto deseado. Puedes experimentar este proceso en primera persona poniéndote una o dos gotas de alcohol sobre la piel. A medida que el alcohol se evapora, empezarás a notar una sensación de frío, el mismo principio básico que posibilita la conservación segura de los alimentos.

Para mantener un refrigerador en funcionamiento, es necesario que el refrigerante gaseoso recupere su estado líquido, por lo que el gas necesita comprimirse de nuevo a una presión y temperatura más elevadas.

Aquí es donde entra en juego el compresor. La función del compresor es hacer circular el refrigerante por todo el sistema y añadir presión a la parte calefactada del circuito para calentar el refrigerante.

Si el compresor ha hecho bien su trabajo, el gas debería estar caliente y sometido a alta presión. A continuación, es preciso enfriarlo en el condensador, que se monta en la parte trasera del refrigerador con objeto de aprovechar el aire del entorno como medio de refrigeración. Cuando el gas se enfría dentro del condensador (todavía a alta presión), vuelve a transformarse en líquido.

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