Son varios los pueblos manchegos que conservan, en mayor o menor número, molinos de viento, convertidos actualmente en patrimonio artístico gracias, en gran parte, a la obra cumbre de la literatura en español: "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", de Miguel de Cervantes.

Consuegra: en esta localidad toledana de origen romano con un casco histórico interesante y bien preservado se pueden encontrar nada menos que doce molinos de viento, siendo el lugar que conserva más edificios de este tipo en toda la región.

En el Cerro de la Paz de Campo de Criptana, Ciudad Real, una decena de molinos de viento, tres de ellos del siglo XVI declarados Bien de Interés Cultural, configuran el paisaje más quijotesco de Castilla La Mancha.

En la trilogía más prodigiosa de los molinos de viento manchegos no podría faltar Mota del Cuervo, en la provincia de Cuenca. Allí se ubica el balcón de La Mancha, un lugar privilegiado que permite atisbar un paisaje horizontal e inspirador donde la presencia de siete molinos permite contar con una postal de las llanuras de Don Quijote.

El Toboso, por su parte, es conocido por ser el lugar donde vivía la bella Dulcinea, el amor platónico de Don Quijote quien se enfrentó a los "gigantes" y propició la conocida intervención de Sancho: "Mire, vuestra merced, que aquello que allí aparecen no son gigantes, sino molinos de viento y lo que parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino".

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