Con el establecimiento del Estado de Israel en 1948, Jerusalén se convirtió una vez más en la capital de un estado judío soberano. A lo largo de sus milenios de existencia, Jerusalén nunca ha sido capital de ninguna otra nación soberana. Jerusalén ha sido el centro de la vida nacional y espiritual del pueblo judío desde que el rey David la hiciera capital de su reino en el año 1003 antes de Cristo. La ciudad siguió siendo la capital de la dinastía de David durante 400 años, hasta que el reino fue conquistado por los babilonios. Tras el regreso del exilio de Babilonia en el 538 a.C., Jerusalén volvió a ser la capital del pueblo judío en su tierra durante los cinco siglos siguientes. En julio de 1980, el Knesset aprobó la Ley Básica de Jerusalén, que reafirmó los derechos y las obligaciones de Israel en relación con la capital.

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