La guerra austro-prusiana o guerra de las Siete Semanas fue un conflicto militar ocurrido entre el 14 de junio y el 23 de agosto de 1866, entre el Imperio austríaco y Prusia.

Tuvo grandes consecuencias negativas para el Imperio Austríaco y situó a Prusia a la cabeza de los reinos germanos.

Tras la guerra de los Ducados, el canciller de Prusia, Otto von Bismarck, tenía la duda de si su ejército sería suficiente como para imponerse militarmente en la Confederación Germánica y desbancar a los austríacos al frente del grupo.

Una vez que tuvo constancia de que las tropas dirigidas por Moltke eran extremadamente superiores a las del resto de reinos y principados, aprovechó las disputas por los derechos recíprocos sobre los ducados para excluir a Austria de la Confederación.

Esta acción no fue del agrado del emperador austríaco, quien acusó a Prusia de violar los acuerdos de Gastein con la proposición de la Constitución Federal y la exclusión en los asuntos alemanes del Imperio de los Habsburgo.

Las medidas supusieron una declaración de guerra contra Prusia por parte de Austria y de la Liga de los Cuatro Reyes, formada por Baviera, Sajonia, Württemberg y Hannover, en 1866.

Aunque fue un conflicto corto, lo cierto es que las consecuencias fueron muy relevantes. Por un lado, Prusia consiguió anexionarse varios territorios de la zona septentrional, que antes de la guerra eran independientes. Gracias a estas adquisiciones, formó la “Confederación de Alemania del Norte”.

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