Enrique IV, rey de Castilla (1454-1474), conocido como el Impotente debido a que no logró concebir descendencia en su primer matrimonio y a que tardó siete años en concebir un sucesor después de casarse en segundas nupcias.

Definido por Gregorio Marañón como displásico eunucoide, se caracterizó por su debilidad de carácter, su retraimiento y abulia.

En 1468 murió, víctima de la peste, el joven Alfonso. Enrique IV había tenido, de su segunda esposa, Juana de Portugal, una hija, también llamada Juana. Las malas lenguas atribuían la paternidad a su nuevo favorito, Beltrán de la Cueva, de donde viene el nombre de Juana la Beltraneja.

Enrique IV, en las negociaciones del pacto de los Toros de Guisando, del año 1468, aceptó designar como sucesora a su hermana (y rival) Isabel. Ello obedecía no a las dudas sembradas sobre su paternidad de la infanta Juana, sino a que el segundo matrimonio del rey ofrecía serias dudas de legalidad.

No obstante, cuando en 1469 el rey supo que Isabel se había casado en secreto con el heredero de la Corona de Aragón, Fernando, sin consultarlo previamente con él, decidió revocar el acuerdo y declaró heredera al trono a su hija Juana.

Tras la muerte de Enrique IV en el año 1474 Castilla fue el escenario de una guerra de sucesión entre las dos candidatas al trono: Juana, la hija del rey fallecido, e Isabel, medio hermana de aquél.

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