Las trompas de Falopio miden unos diez centímetros más o menos, y deben su nombre al anatomista italiano Gabriel Falopio (1523 - 1562), quien describió por primera vez esta parte del cuerpo de la mujer, que resulta tan esencial para poder gestar vida. También se las llama tubas o salpinges uterinas, o simplemente oviductos.

Las trompas de Falopio son dos tubos por los que viajan los óvulos desde los ovarios hacia el útero. Cada mes, durante el proceso de ovulación, uno de los ovarios libera un óvulo que viaja por una de las trompas de Falopio, en donde puede o no ser fertilizado por un espermatozoide.

Es decir, la fecundación no se produce en el útero, sino que da lugar durante el trayecto a través de las trompas. Para tener éxito, el óvulo fecundado tiene que seguir recorriendo el interior de la trompa durante dos días más o menos, tras los cuales, llega al útero y allí comienza a formarse el embrión. Si, por el contrario, llega al útero sin estar fecundado, el óvulo se deshace.

Como medida anticonceptiva, casi irreversible, es posible ligar las trompas quirúrgicamente, impidiendo el paso de los espermatozoides hasta el óvulo.

Las enfermedades o afecciones más comunes que pueden sufrir las trompas de Falopio son: salpingitis, embarazo ectópico tubárico, cáncer de trompas, endometriosis, enfermedad pélvica inflamatoria (EPI) e hidrosalpinx.

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