Entre los siglos VIII y VII antes de Cristo, ligures y latinos crearon aldeas en el centro de la actual Italia y formaron la Liga del Septimontium, por los siete montes que había en la región. Estas aldeas autónomas darán origen a la ciudad de Roma.

En los primeros tiempos, la sociedad romana estaba dividida entre los patricios, los clientes, los plebeyos y los esclavos. Los patricios eran los más poderosos, grandes propietarios de tierras. Eran los únicos «ciudadanos» romanos, podían votar y ser elegidos para cargos públicos y religiosos. Los clientes eran extranjeros que se ponían bajo la protección de un patricio, recibiendo ayuda económica y protección judicial. El cliente pagaba estos servicios con trabajo y participando en la guerra junto a su protector. Las familias patricias se enorgullecían de tener grandes clientelas.

Los plebeyos eran los miembros de la plebe (el pueblo). Este grupo social estaba constituido por los extranjeros y los clientes que habían dejado de gozar de la protección de los patricios. Eran hombres libres pero no ciudadanos. Estaban excluidos de la vida política y religiosa, y les estaba prohibido casarse con miembros del patriciado.

Los esclavos eran prisioneros de guerra. Se dedicaban a las tareas más pesadas y carecían de todo derecho.

Los plebeyos lucharon por sus derechos y a lo largo de los siglos que duró la vida republicana fueron logrando notables conquistas sociales, políticas y económicas.

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