La Zarigüeya no suele despertar muchas simpatías. En efecto, a su escaso atractivo físico une un carácter decididamente inconstante. Posee un cuerpo macizo, cuello rechoncho y hocico alargado y agudo. Las patas son cortas. La cola, prensil, bastante gruesa, redonda y aguzada, es peluda sólo en la base, mientras en el resto de su longitud se observan finísimas escamas. La hembra está dotada de un marsupio desarrollado.

Este animal habita en toda América desde el Canadá hasta Chile y Argentina septentrional.

Cuando es acosada y ve cerrada toda posible vía de escape, este marsupial tiene la extraordinaria costumbre de fingirse muerto, con la lengua colgante y los ojos vidriosos: el agresor, entonces, convencido de que el animal está muerto, se aleja; pero, poco después, la zarigüeya se levanta.

La gestación dura catorce días, al término de los cuales la hembra pare, o, mejor dicho, transporta las crías (cuyo número varía de cuatro a dieciséis) del útero al marsupio. Al principio las pequeñas zarigüeyas son informes y carecen de ojos y de orejas. Pero, transcurridos cincuenta días, los jóvenes animales están por completo desarrollados; tienen el mismo tamaño que los ratones, el pelo recubre todo su cuerpo y también los ojos están ya abiertos. Tras unos sesenta días de lactancia en el marsupio, el peso de las crías se ha centuplicado. Y salen de la bolsa marsupial poco después, cuando han alcanzado un tamaño equivalente al de una rata.

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